bio.phil.ia
/ˌbʌɪə(ʊ)ˈfɪliə/ (bigh-oh-FIL-ee-uh)
: A hypothetical human tendency to interact or be closely associated with other forms of life in nature; a desire or tendency to commune with nature.
Tendencia humana hipótetica a interactuar o estar estrechamente asociado con otras formas de vida en la naturaleza; un deseo o tendencia a conectar con la naturaleza.
"El término biofilia fue acuñado por el Dr. Edward O. Wilson, académico naturalista de la Universidad de Harvard, para describir lo que él consideraba "la tendencia humana innata de enfocarse en los procesos de la vida o similares", el ser atraído por la naturaleza, sentir afinidad,amor y deseo por ella".
-Natalie Angier
"¿Acaso los humanos tienen un sentido innato de conexión con otras formas de vida? De ser así, ¿este sentimiento natural, esta "biofilia", puede tanto mejorar el respeto hacia nosotros mismo como seres humanos y reforzar nuestro sentido de obligación a tratar las otras formas de vida con cuidado y respeto?"
-T. H. Watkins
La evidencia anecdótica y cualitativa sugiere que los humanos sienten una atracción innata por la naturaleza. Por ejemplo, la apariencia del mundo natural, con su rica diversidad de formas, colores y vida, es universalmente apreciada. Esta apreciación se invoca a menudo como evidencia de biofilia. El uso simbólico de la naturaleza en el lenguaje humano, en expresiones como "ciego como un murciélago" y "castor ávido", y la omnipresencia de la reverencia espiritual por los animales y la naturaleza en las culturas humanas de todo el mundo son otras fuentes de evidencia de la biofilia.
Dicha experiencia espiritual y la amplia afiliación con metáforas naturales parecen tener sus raíces en la historia evolutiva de la especie humana, originándose en épocas en las que las personas vivían en un contacto mucho más estrecho con la naturaleza que la mayoría en la actualidad. La divergencia humana del mundo natural parece haber ocurrido en paralelo con los avances tecnológicos, siendo los avances de los siglos XIX y XX los que tuvieron el impacto más significativo, cambiando fundamentalmente las interacciones humanas con la naturaleza. En su sentido más literal, esta separación fue posible gracias a la construcción de espacios cerrados y relativamente estériles, desde casas hasta lugares de trabajo y automóviles, en los que los humanos modernos estaban protegidos de los elementos de la naturaleza y en los que muchos, particularmente las personas que viven en países más desarrollados, ahora pasan la mayor parte de su tiempo.
Algunas de las pruebas más contundentes de una conexión innata entre los humanos y la naturaleza provienen de estudios sobre la biofobia (miedo a la naturaleza), en los que se producen respuestas fisiológicas mensurables al exponerse a un objeto que genera miedo, como una serpiente o una araña. Estas respuestas son el resultado de la evolución en un mundo donde los humanos eran constantemente vulnerables a depredadores, plantas y animales venenosos, y fenómenos naturales como truenos y relámpagos. El miedo era una conexión fundamental con la naturaleza que permitía la supervivencia y, como resultado, los humanos necesitaban mantener una estrecha relación con su entorno, utilizando imágenes y sonidos como señales vitales, en particular para las respuestas de lucha o huida.
Las plantas captan dióxido de carbono (CO2), aportan oxígeno, ofrecen alimento, dan sombra y refrescan el ambiente. “La naturaleza es nuestra salvadora y nuestra sanadora”, remacha Gómez Bilbao, haciendo hincapié en que la biofilia nace de la experiencia médica y la evidencia científica.
Los shinrin-yoku (literalmente, 'captar la atmósfera del bosque' o 'bañarse en el bosque') son una actividad biofílica con efectos fisiológicos muy positivos, según las investigaciones revisadas por el japonés Yoshifumi Miyazaki, uno de los pioneros mundiales en el estudio científico de los baños de bosque, que también ha publicado sus propios experimentos en 24 bosques de Japón. “Los entornos forestales promueven concentraciones más bajas de cortisol, menor frecuencia cardíaca, menor presión arterial, mayor actividad nerviosa parasimpática y menor actividad nerviosa simpática que los entornos urbanos. Estos resultados contribuirán al desarrollo de un campo de investigación dedicado a la medicina forestal, que podrá ser utilizado como estrategia para la medicina preventiva”, concluye su estudio de campo.
El diseño biofílico intenta incorporar elementos naturales en espacios urbanos o interiores para evocar a la naturaleza con el objetivo de ayudar a que las personas se sientan mejor y conecten nuevamente con el espacio.
Este tipo de diseño arquitectónico ayuda al bienestar de los ciudadanos, que se sienten en armonía con el entorno que los rodea. Aportando positivismo, tranquilidad, calma y energía, el diseño biofílico genera una arquitectura orientada a la felicidad.
Puntos clave en el diseño:
La biofílica es un enfoque que busca integrar la naturaleza en el diseño de espacios construidos con el fin de mejorar la calidad de vida de las personas que los habitan. Este concepto se basa en la idea de que los seres humanos tienen una conexión innata con la naturaleza y que estar en contacto con elementos como la luz natural, el agua, las plantas y las vistas al aire libre puede tener un impacto positivo en su salud física, mental y emocional. Los principios de la arquitectura biofílica pueden aplicarse en una amplia gama de contextos, desde edificios residenciales y comerciales hasta espacios públicos y urbanos. Al incorporar elementos naturales en el diseño arquitectónico, se busca crear entornos que promuevan el bienestar y la productividad, al tiempo que se reducen los impactos negativos en el medio ambiente.
La arquitectura biofílica ofrece una amplia gama de beneficios tanto para las personas como para el medio ambiente. Algunos de estos beneficios incluyen:
La biofilia ha sido explorada por investigadores de diversos campos y, como resultado, su significado y trascendencia han recibido diversas interpretaciones. Junto a la idea de que la biofilia compite con el impulso tecnológico humano, se encuentra la idea de que la tecnología es en sí misma una extensión de la evolución humana y la biofilia. Ambas perspectivas se presentaron en The Biophilia Hypothesis (1993), obra coeditada por Wilson y el ecólogo social estadounidense Stephen R. Kellert. Entre las perspectivas presentadas, se encontraban las de los biólogos estadounidenses Lynn Margulis y Dorion Sagan, y el ecólogo indio Madhav Gadgil, quienes consideraron la posibilidad de que la atracción humana por otras formas de vida se refleje en la diversidad de desarrollos tecnológicos existentes en el mundo actual.
De estas tecnologías, incluidas las empleadas en biología molecular e ingeniería genética, han permitido a los científicos desarrollar formas de vida completamente nuevas, que fascinan profundamente a los humanos. La idea de que la tecnología alimenta el impulso biofílico humano también encuentra apoyo en la búsqueda de vida en otros planetas.